¡No Te Voy a Perdonar! – ¿Has estado en este conflicto de Perdón?

“¡NO TE VOY A PERDONAR NUNCA!” “ ¡ME 
LASTIMASTE PROFUNDAMENTE!” 
 “¡ÉSTA ME LAS VAS A PAGAR CON
 LÁGRIMAS DE SANGRE!” 



“Quizás pueda perdonarte, pero te juro que nunca voy a olvidar el dolor que me has causado.”… ¿Te resultan familiares estas expresiones? Estoy segura que en algún momento habrás repetido alguna de ellas, o algo parecido. Mira a ver… Piensa detenidamente a ver si puedes recordar con exactitud en qué momento, a qué persona y bajo qué circunstancias, desgarraste tu alma gritando, bajo un mar de lágrimas, y a puro dolor:

“¡JAMAS TE VOY A PERDONAR POR ESTO!”

¡Qué difícil pueden ser en ocasiones las relaciones! ¿No lo crees? Yo no sé tú, pero muchas veces me he llegado a preguntar, ¿cómo es posible que, aún sin quererlo, surjan tantas situaciones dolorosamente conflictivas? Particularmente con mis seres queridos. De hecho, si me pongo a pensar en detalle, lo cierto es que las heridas emocionales más profundas, siempre me las han provocado las personas que más amo, y con las cuales me permito tener más cercanía emocional. ¡¿Te ha pasado lo mismo alguna vez?! Estoy segura de que sí. Y esto tiene una razón de ser.
Resulta que los conflictos en las relaciones humanas son:

TOTALMENTE Y ABSOLUTAMENTE 
INEVITABLES. 

Sé que quisieras pensar que no y hacerte de la expectativa que si alguien te ama jamás te lastimará, pero lo único cierto de esto último es que eso es una expectativa totalmente irreal. ¿Qué quiere decir esto? Exactamente lo que acabo de decir y señalar. No existe manera en este mundo donde medie el factor humano, en el que puedan evitarse los conflictos. Y aunque la lista de razones para este fenómeno es  larga, por lo cual no entraré en el detalle particular en este momento, sí voy a enfatizar en cuándo estos conflictos surgen con personas cercanas a ti o a mí. Personas las cuales estimamos en gran manera y por lo cual les brindamos TODA nuestra confianza.

Sucede que, así como es cierto que los conflictos son inevitables, de igual manera es inevitable que no salgamos heridas de alguno conflicto; claro está,  dependiendo la razón del mismo, el nivel de dificultad y el grado de cercanía de las persona con la cual tengamos el conflicto. Y me explico. Es más probable que la persona que más amas provoque una herida emocional en tu vida, en comparación a una persona particular. ¿Por qué? Porque cuando logramos tener relaciones afectivas de gran intimidad emocional, tendemos a bajar nuestras defensas, nos mostrarnos como realmente somos y cualquier barrera que hayamos puesto para mantener lejanía, se pierde.

Míralo de esta manera: eres como ser una ciudad amurallada, que siempre mantienes tus puertas cerradas para protegerte de los ladrones. Resulta que un día, llega esta persona que, a toda luz, parece ser una persona digna de tu total confianza.

 Porque confías en ella, le permites entrar al centro de la ciudad, para que pueda disfrutar de aquello que con tanto celo guardas detrás de tus muros. Ahora bien, esta persona comienza a habitar dentro de ti, la ciudad. Por sus ejecutorias, cada vez este nuevo inquilino va ganando privilegios dentro, pues va ganándose tu confianza. Sin embargo un día, cuando menos te lo esperas, esta persona que una vez dejaste que entrara a convivir dentro de tus muros, te roba aquellas prendas de gran valor para ti. 

Posiblemente en lugar de robarte, comienza a tirar basura y ensuciar tus calles. También a ser descuidado en sus actos y como consecuencia rompe todo aquello que te hace ser una gran ciudad. En otras palabras, te roba, te resta valor, te ensucia, te lastima. Para completar, no logras entender por qué lo hace, máximo cuando tú con la mejor intención confiaste en ella y le diste acceso al corazón de la ciudad. 

Esto te provoca asombro, confusión, ira, dolor… Te sientes desfalcada, engañada, abusada, desvalorada… Sientes que te robaron sin ninguna razón justa. Como consecuencia decides, no tan solo desterrar a esta persona de la ciudad, sino también a declararle la guerra para cobrarle todas las atrocidades que te ha hecho. Hasta aquí ¿logras entenderme? ;)
Así como en la historia anterior, así mismo sucede en las relaciones de confianzas de las que hablaba anteriormente. 

Por el grado de confianza que nos inspiran estas personas, les damos acceso directo a los lugares más remotos de nuestras emociones. Esos lugares en los que no tenemos defensas. ¿Qué sucede? Las personas, al igual que tú y que yo, son naturalmente imperfectas. Por tanto cometerán errores y/o actuarán de alguna manera que nos causará dolor. Y nos causa dolor, porque lo cierto es que sentimos que traicionaron nuestra confianza. 

¿Por qué? Porque el regalo más valioso que tú o yo podemos entregarle a otra persona es a nostras mismas. Por tanto, cuando sentimos que estas personas a las cuales les hemos regalado la expresión máxima de nuestro amor, no nos tratan con la justicia que esperamos, nos sentimos heridas, lastimadas, traicionadas, robadas, desvaloradas… Y así la lista es larga. Estoy segura que la conoces tan bien como yo :D!!! Ahora bien, ¿cuál es el problema con esto?

 En realidad ninguno cuando tenemos la capacidad de perdonar a aquellos quienes nos hacen mal. ¿Pero qué sucede cuando no logramos perdonar? Ahí la historia cambia ;)
¿Qué es perdonar? Según el Dr. Art Hurt, perdonar es: desistir de mi derecho de lastimar a alguien que me lastimó por haberlo hecho. En otras palabras, según la definición que acabo de compartirles, podemos asumir que, si alguien te lastima, te asiste TODO EL DERECHO DEL MUNDO de infringir dolor a la persona que te causó tu pena. Y con toda sinceridad puedo confesarte, que esto me parece lógico y justo. Ahora bien, aunque lo anterior es cierto, también es cierto que perdonar es una decisión; y me explico. 

La definición antes compartida comienza con la frase: desistir de mi derecho de lastimar a alguien… En otras palabras, si desisto de mi derecho, es porque voluntariamente así elijo hacerlo. Por tanto perdonar, según esta definición, reconoce el agravio recibido, reconoce que merece una búsqueda de la justicia, más sin embargo nos abre el espacio para que voluntariamente podamos renunciar a ese derecho que nos corresponde. Y cuando ejercitamos libremente esa oportunidad, entonces es que hemos perdonado.

Ahora bien, partiendo de la definición anterior, podemos decir que perdonar no implica: olvidar la ofensa, reconciliar una relación, eximir a la persona de su mal comportamiento y mucho menos dejar de esperar el recibir un remedio justo por el daño que se nos ha causado. Eso son mitos sobre el perdón, que ciertamente impiden que las personas estén más aptas, hábiles y dispuestas para perdonar. En realidad, perdonar es después de todo es una acción libertadora, no para el ofensor, sino para la persona que otorga el perdón. Quien se libera de la carga y la emoción tóxica del resentimiento es quien otorga el perdón. 

Veámoslo de esta manera, guardar rencor para justificar el no perdonar a alguien, es como beber veneno y sentarte a esperar a que tu ofensor muera delante de tus ojos. ¿Será eso posible? ;) Así que, en resumidas cuentas, el beneficio del perdón será siempre para la persona que otorga el perdón y nunca para la persona que lo recibe.
Pero ¿cómo puedo perdonar? A continuación les detallo los pasos que  aprendí para perdonar, en mi proceso de sanidad y restauración interior.

Reconocer la falta – en esta etapa debo entender qué fue lo que sucedió, cómo sucedió, cómo me siento al respecto con lo sucedido y cuál fue mi participación y la del ofensor en la situación que provocó el dolor emocional.
Convencimiento de la falta – una vez comprendo lo que sucedió, ahora asumo mi responsabilidad en el problema. 

Tanto de cómo me siento, hasta cómo participé. También puedo entender la participación de los demás, sus repercusiones y puedo sentir compasión por ellos, aún cuando no los justifique, sin sentirme que soy una víctima.

Perdón – aquí es cuando renunciamos  a nuestro ego para atrevernos a hacer lo que es correcto, perdonar. Perdonamos (desistir de mi derecho lastimar) porque nos hace bien, aunque tengamos el derecho de repagar con mal el mal que se nos ha causado. Implica que debo dejar a un lado el coraje, el dolor, pero sobre todo mi soberbia para ver al ofensor con ojos de compasión y proceder a perdonarlo.

Sea porque alguna vez hayamos sido las heridas o en otras ocasiones porque nosotras mismas hayamos causado las heridas, lo cierto es que perdonar es una herramienta útil que tenemos a nuestra disposición para vivir vidas sanas, completas, fructíferas y prósperas.  Ya sea porque nos toque pedir perdón o perdonar, lo cierto es que siempre será una decisión personal de cada quien. Si piensas que aún tienes algún resentimiento en contra de alguien, por algún trato injusto recibido, te invito a hacer un viaje a tus emociones y regalarte la libertad que solo el perdón puede ofrecerte.

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