Es fundamental que los niños aprendan a apreciar el valor de las cosas y lo importante que es conseguir algo por uno mismo. Aunque no lo creamos, la sobreprotección es perjudicial.
Todos queremos ser los padres y las madres perfectas. La idea de traer un niño al mundo conlleva una gran responsabilidad, y es habitual que, en ocasiones, nos obsesionemos en ser una “supermamá” leyendo un sinfín de manuales y apuntando a nuestros hijos a numerosas actividades extraescolares con la idea de que sean los mejores, los más listos, los más exitosos.
Ahora bien, hemos de tener claro que los niños nunca te van a pedir que seas la mejor madre del mundo. Lo que toda criatura necesita en realidad es que estés con él, que lo hagas feliz y le ayudes a madurar con seguridad para tomar sus propias decisiones y elegir su propio camino. Se trata solo de cuidar, sin sobreproteger, y educar desde las emociones.
Aclarado esto, es importante también que tengamos en cuenta esos errores que, en ocasiones, cometemos en la educación de nuestros hijos. Son dimensiones que podemos pasar por alto y en las que a veces no caemos, por falta de tiempo o por desconocimiento. ¡Descúbrelas con nosotros!
1. No escuchar a tu hijo.
Lo sabemos. Los niños se pasan el día haciéndonos preguntas, contándonos cosas y haciendo imaginativos comentarios que, en ocasiones, no acabamos de comprender. Ten paciencia y escucha cada palabra que tu hijo te diga como si fuera la cosa más importante del mundo porque, en realidad, lo es.
Si no lo atiendes, si a cada instante le dices que estás ocupada y no tienes tiempo, llegará un día en que el niño ya no acuda a ti para contarte cosas y prefiera encerrarse en su cuarto con el ordenador. Es un peligro.
2. Sancionarle cada cosa que hace mal.
Los niños necesitan saber donde están los límites, tienen que comprender qué está bien y qué está mal para así poder actuar con seguridad conociendo qué se espera de ellos en cada momento. Ahora bien, para crecer y madurar es necesario cometer errores y es común que los niños tengan fallos, que se porten mal de vez en cuando y que tengan reacciones inadecuadas.
Es básico que en la educación de nuestros hijos aprendamos que, después de una sanción, debe aportarse una lección. Es decir, si hace algo mal, enséñale a hacerlo bien. Si suspende una asignatura, pregúntale qué ha ocurrido; si pega a un niño en el colegio, explícale que esas acciones no están bien, pero pregúntale también qué le ha llevado a actuar de ese modo.
Educar no es sancionar, sino que es crear puentes de aprendizaje. Así pues, no olvides reforzar cada cosa que hace bien y guiarlo en cada uno de sus errores.
3. Hacer las cosas por ellos.
Es posible que le cueste mucho hacerse el nudo de los zapatos o resolver esos problemas de matemáticas. No pasa nada, dale tiempo. No te preocupes si sus hermanos u otros niños terminan sus tareas antes que él. Debes comprender que cada niño es único y hay que respetar sus particularidades.
Si resolvemos nosotras sus cosas para hacerles la vida más fácil, estaremos cometiendo un error imperdonable. La sobreprotección es un modo de educar a niños inmaduros e inseguros, así que dales tiempo, dales responsabilidades cada día para que aprendan que la vida es esfuerzo y dedicación. Cuando consigan las cosas por sí mismos, se sentirán más orgullosos.
4. Querer que tu hijo sea como tú deseas.
¿Tu hijo es algo introvertido? ¿Le gustan cosas que no entiendes? ¿Es más independiente de lo que te gustaría? Respeta su personalidad y apóyalo en cada cosa que haga. Cada niño tiene su propio carácter y eso es algo que debemos entender desde el principio. De ahí que sea bueno que tenga siempre sus propias ideas, esas que apoyar, esas que, sin lugar a dudas, te ayudarán a guiarlo mejor por el mundo para que sea feliz.
La educación no se trata de crear niños iguales, mentes que pienses igual y personas que se comporten del mismo modo. Orienta a tu hijo para que encuentre su propio camino y para que sea una persona madura de acuerdo con su forma de ser, de acuerdo con su personalidad.
5. Compararlo con otros niños.
El comparar a nuestros hijos con otros niños del colegio o con sus propios hermanos es un error que nunca hemos de cometer. Hay padres y madres que caen en el descuido de decir ante ellos frases como “mi hijo no es tan listo como el tuyo, qué se le va a hacer. A ver cuándo madura”, “mi hijo mayor es más tímido que el pequeño, por eso no tiene amigos. Al otro, sin embargo, le va bien en todo y no me da ningún problema”.
Hemos de cuidar mucho nuestras palabras, ya que los niños se dan cuenta de muchos más detalles de los que pensamos, los cuales, a largo plazo, pueden convertirse en auténticos traumas para ellos. El compararlos con otros les trasmite un sentimiento de inferioridad y una posible baja autoestima que puede perjudicar mucho su madurez emocional.
Nunca lo hagas, nunca compares. Haz que cada uno de tus hijos sea único y especial dentro de sus particularidades. Quiérelos por igual y propicia su madurez, su responsabilidad y su autonomía, para educar personas felices. La educación de nuestros hijos es importante, así que no caigas en estos errores.
No hay comentarios:
Publicar un comentario