Tú, que te levantas cada mañana con el pelo desaliñado, intentando posponer lo que será el comienzo de un nuevo día, prefiriendo mantener el romance idílico con tu almohada.
O tú, que en cuenta suena el despertador, corres a toda prisa porque se te juntan los minutos del desayuno con los de lavarte la cara y coger las llaves de casa, para ir dispuesto a comenzar un nuevo día.
Sí, tú, que en cuanto comienzas a conectar con la realidad, tras un período de sueño, diriges tu mente hacia lo que tienes que hacer a lo largo de la mañana o de la tarde, y si me apuras, a lo largo de la semana. Futuro. Estás en futuro.
O también puedes ponerte a pensar en que tu cita de ayer no fue tan bien como esperabas, que el resultado de tu trabajo dejó mucho que desear o que ojalá hubieras estudiado más. Pasado. Ahora estás en pasado.
Futuro y pasado. Pasado y futuro. Tan solo dos momentos temporales, que unes con un hilo transparente, moviéndote de uno hacia al otro constantemente.
-Lo que hice ayer… lo que haré mañana… – te dices a modo de mantra
Y mientras, casi ni aprecias el sabor de lo que estás desayunando, el tacto del pijama sobre tu piel o los rayos de sol que asoman por tu ventana.
Pensamiento y pensamientos que se suceden y encadenan unos detrás de otros, porque a eso es a lo que te has aficionado, a vivir en automático hacia el futuro y el pasado.
Vives hacia delante y hacia atrás, consumiendo los segundos del presente. Desperdiciando el ahora.
¿Y si te detienes? ¿Lo has comprobado? Podrías intentarlo aunque tan solo fueran un par de segundos.
Yo te invito y te sugiero que lo hagas. Respira. Siéntete. Conecta contigo.
Comienza con prestar atención a lo que estés haciendo, a tu presente. La vida son momentos y hay que empezar a exprimirlos al máximo. Adelante, con intención y responsabilidad, propóntelo.
El mejor lugar para comenzar es donde te encuentres, por ejemplo ahora, leyendo estas líneas. Sumérgete en la experiencia. Así, te aseguras el darte unos momentos para ti.
Disfruta de lo que estás haciendo o al menos, hazlo consciente. Sabiendo lo que haces, sumergiéndote en la experiencia.
¿Cómo se hace? Ya te lo he dicho. Poniendo atención a aquello que estés haciendo. Siendo consciente.
Cuando comas, estás comiendo, solo eso. Saborea la comida, la textura del alimento… Igual que cuando te estés duchando, ¿alguna vez te has centrado en la sensación del agua sobre tu piel? O cuando disfrutes de un tiempo con tus amigos, dedícate a ellos, a vuestras conversaciones…
Y sí, también en los momentos desagradables. No todo va a ser imbuirse en las alegrías. Profundiza y encuentra tu propósito, tus necesidades y tus sensaciones.
Descubre el poder de la aceptación. Olvida los resentimientos y las expectativas.
Muchas veces nos alejamos del ahora, porque éste nos duele o no es cómo lo habíamos imaginado. O porque nos sentimos culpables de poder disfrutarlo… puede ser por tantas cosas…
Lo que hiciste está hecho y el futuro, aunque tengas que trabajar y esforzarte a favor de lo que quieres, vendrá. Como dicen, no utilices el pasado como sofá sino como trampolín, y borra el “y si…” de tu vida, porque las hipótesis no son la realidad. Tan solo intenta tener unos minutos contigo, con el ahora.
Entrégate a la experiencia.
Y recuerda, aquí y ahora, en este momento.
No hay nada más.
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