En el antiguo templo
de Apolo en la isla de Delos,
había una inscripción
que decía:
"Conócete a ti mismo”.
Los filósofos griegos afirmaron que quien
se conoce es un sabio
porque, al descubrir
esa mezcla extraña
de grandeza y miseria
que hay en cada uno,
sabe ubicarse
y relacionarse adecuadamente
con todo su entorno.
El horrible ogro odiado
por todos compró
en la tienda un gran espejo
y lo fijó en una pared
de su castillo.
Podía verse en él
de cuerpo entero.
El vendedor
le había asegurado:
"Este espejo lo embellecerá, mi buen señor,
se verá usted en él
como siempre quiso verse”.
Pasaba horas
el repulsivo señor
frente al espejo,
comprobando
sus bondades.
Podía verse allí
como siempre
había soñado ser.
Cambió el ogro
su mirada sobre sí mismo
y consiguió que todos
lo vieran distinto,
aunque su cuerpo
no se había transformado.
Ya no era tan horrible
ni odiado por todos,
porque había aprendido
a apreciarse
y quererse frente al espejo.
Moraleja:
Descúbrete
a tí mismo con amor,
para que los demás
comiencen a quererte.
La belleza siempre impacta.
Nadie puede dejar
de reconocer que
la belleza física es
un factor deseable y
deseado y que,
en primera instancia,
puede abrir muchas
puertas.
Pero más allá
de favorecer un primer acercamiento,
no asegura nada.
La belleza física,
de por sí, no puede asegurar la perpetuidad o
la continuidad de los
sentimientos despertados
por la persona
que la posee.
La belleza interna,
la belleza del espíritu,
en cambio,
puede perpetuar los
sentimientos y hacer
que los mismos perduren
incluso después de la
muerte... y en el recuerdo.
Y además,
con la belleza interior
sucede un fenómeno
opuesto a lo que sucede
con la belleza externa.
El paso de los años
desluce inexorablemente
las bondades del cuerpo.
Y aunque se lo cultive
y hasta se lo someta
a cirugías, su belleza
decrece con los años.
En cambio,
para quienes cultivan
lo lindo de su interior,
con el paso del tiempo
ocurre lo contrario:
El cuerpo envejece,
pero el espíritu
se hace cada vez
más noble y más hermoso.
Por eso,
cuidemos nuestro cuerpo,
es importante.
Pero fundamentalmente
cuidemos nuestro espíritu,
ya que es muchísimo
más importante.
Y enseñemos
a nuestros hijos a cultivar
y valorar la belleza interior.
Esa, que es la que
despierta sentimientos
verdaderamente auténticos
y duraderos, que son,
en definitiva...
los únicos que sirven.
“Descúbrete
a ti mismo con amor,
para que los demás
comiencen a quererte”.
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