Song Yang tenía 19 años cuando llegó a Londres desde China para estudiar. Apenas llevaba unos días en la ciudad cuando, confundido, subió a un tren equivocado y terminó completamente perdido. No hablaba inglés, no conocía a nadie y no sabía cómo regresar. En medio de esa incertidumbre apareció Hans, un hombre mayor que decidió acercarse y ayudarlo, sin esperar nada a cambio.
Lo que parecía un encuentro pasajero pronto se transformó en una amistad profunda. Hans lo invitó a quedarse en su casa mientras se adaptaba, y con el tiempo se convirtió en la familia que Song nunca había tenido en Inglaterra. Posteriormente, Song terminó sus estudios y regresó a China, pero nunca dejó de mantener contacto con Hans. Cada llamada y cada mensaje los mantenía cerca, como si la distancia no pudiera separar lo que habían construido juntos.
Con el paso de los años, la salud de Hans empezó a deteriorarse. Entonces, Song decidió invitarlo a vivir con él y su familia en China. Allí Hans pasó sus últimos años rodeado de cariño, atención y momentos felices, disfrutando de las pequeñas cosas, las charlas largas y las risas compartidas. Posteriormente, cuando Hans murió, Song sintió un vacío enorme, pero también conservó en su memoria cada instante vivido, recordando cómo un simple error en un tren había unido sus vidas y les había dado una familia elegida sin necesidad de compartir sangre ni apellido.
La gratitud es la memoria del Alma y está guardada en nuestro corazón.❤️
