El mejor regalo que podemos darle a los niños es comportarnos como adultos, y dejarlos ser.



“Tienes que saludarme con beso”, dice la tía que viene una vez al mes, la que no saluda a sus vecinos.


“Ya eres grande, deberías ser más independiente”, dice el papá mientras su esposa le plancha la ropa para el trabajo.


“¿Todavía tomas teta?”, pregunta el primo que no para de fumar cigarrillos.


“Tienes que escuchar cuando te hablan”, dice el abuelo que le prepara carne a su yerno vegetariano.


“Tienes que dormir solo, en tu cuna”, dice la mamá que cuando el papá viaja se va a dormir a casa de su mamá.


“Presta el carrito, no seas egoísta”, dice el tío que no le presta el auto ni a su mujer.


“No es no, tienes que entender”, dice la suegra que todavía no entiende que debe llamar antes de aparecer.


“El golpe educa, no es violencia”, dice el portero que aún tiene pesadillas con el cinturón del padre.


“Tienes que respetar a los adultos”, dice la abuela que le da Coca Cola al niño cuando la mamá no ve.


El mejor regalo que podemos darle a los niños es comportarnos como adultos, y dejarlos ser.  Ya es bastante difícil crecer en un mundo tan incoherente como el nuestro.


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