Consiste en permanecer el mayor tiempo posible en total silencio; es decir, sin hablar, sin contestar el teléfono, sin mirar televisión, sin leer ningún libro, sin escuchar música. De esta manera, se logra el estado de contemplación que eleva la energía a un nivel muy alto.
Puedes comenzar a practicar el silencio durante tres o cuatro horas. Asegúrate que nadie te interrumpa ni te moleste. Puedes hacerlo en tu casa o en un parque. Los espacios de la naturaleza son los más poderosos. Simplemente contempla todo lo que sucede por dentro y por fuera de ti. No es necesario que juzgues ni que llegues a ninguna conclusión. Este no es un ejercicio intelectual. Al principio, tu ego te recordará tu drama personal e intentará hacer mucho ruido para restarte paz. Sin embargo, si dejas pasar los pensamientos con libertad, ese drama desaparecerá como disolviéndose en el aire.
Si tienes la costumbre de orar, agrégales a tus momentos de oración unos minutos de silencio al final. Cuando estás orando, le estás hablando al Universo. Cuando permaneces en silencio, estarás escuchando su Respuesta. Si sólo oras y luego te vas, lo único que habrás hecho es un perfecto monólogo. De nada sirve que ores con todo tu fervor pidiendo la solución a un problema si no escuchas Su Respuesta. En el Universo todo es perfecto y necesario. Todo lo que te sucede tiene un sentido y guarda una lección para ti. Hasta que no la aprendas, continuarás lidiando con lo mismo; por eso, el silencio es importante. Cuando permaneces en silencio, El Universo te habla con claridad y te explica por qué te sucede todo lo que te sucede.
Paz en sus corazones.
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