Te creí tan niña con tu cuerpo
cual crisálida queriendo despertar, enredada en tus ideas necias sobresaliendo entre las demás.
Y brotaste de ese capullo queriéndote maniatar, surgió
en ti la mujer con tanta seguridad, de dar paso tras paso sin opción a retroceder.
No te importo la crítica que te juzgaba sin más, te daño tanto
que como el agua y el aceite
trataste de separar, superar...
La apariencia dejó de importar,
de esa niña desaliñada se encontró la mujer fuerte, tu actitud te vestía de reina al pasar.
Nació la mariposa bella en toda su expresión, tu valor son tus alas, tu libertad el amor propio que nunca nada ni nadie podría sobajar.
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