Es fundamental que despleguemos nuestras estrategias para impedir que el mal humor de los que nos rodean nos afecte. Debemos aceptar nuestra realidad y pensar siempre en positivo.
Todos hemos pasado por esos días en los que el mal humor ha hecho acto de presencia. Es como una presión interior y un velo que nos hace ver las cosas no con desánimo, sino con cierto rencor, apatía y mucha incomodidad.
Lo más probable es que hayan sido momentos puntuales que, al cabo de muy poco, acaban evaporándose porque sabes canalizarlo, porque te centras en otros aspectos que disuaden ese súbito malestar.
Ahora bien… ¿Conoces a alguien que parece vivir en un eterno estado de ánimo donde el mal humor no da tregua a sus palabras y expresión? En estos casos es importante saber que ese malestar puede muy bien contagiarse.
O al menos así nos lo explica un estudio realizado en el 2012 por el doctor Lewandonsky y publicado en la revista “American Scientific”.
Cuando nos atrapa el mal humor.
Cuando llega el mal humor el día se convierte en noche y además con tormenta. No obstante, la mayoría de las veces “son explosiones puntuales”. Por lo general, esa sensación donde la ansiedad, la rabia y el pesimismo se mezclan por igual es algo muy limitado en el tiempo.
Mucha gente suele confrontar el mal humor con el diálogo interno, con averiguar qué lo provoca y gestionar esa emoción. Siempre es muy aconsejable salir a caminar, a hacer algo de deporte para aliviar esa tensión interna, y a la vez, relativizar pensamientos.
Ahora bien, a su vez, también tenemos esas otras personalidades “enjauladas” en un mal humor permanente que puede llegar a ser tan destructivo para ellos mismos como para los demás.
¿Qué lo produce? ¿Cuáles son las causas más comunes que lo determinan?
Cuando las expectativas propias no se cumplen.
El enfado y el mal humor también cumplen su función: Alertarnos de que hay algo que nos molesta. Hay personas que se enfrentan a su malestar, lo canalizan y resuelven el enfado.
Quienes lo almacenan y no lo gestionan, elevan aún más la emoción negativa. Hay, además, una clara incapacidad de afrontar los problemas.
Ese malestar interior suele trasformarse en rechazo, en ocasiones hacia sí mismo y también hacia los demás.
El malestar personal genera frustración.
Las personas con mal humor crónico no disponen de capacidad reflexiva, de autovaloración ni de una adecuada gestión emocional.
Hay una negación de la realidad.
En ocasiones, el mal humor permantente es reflejo de una mentalidad egocéntrica donde sus problemas son siempre la mayor prioridad.
El mal humor se trasmite.
En efecto. Así nos lo dejó claro el estudio citado al inicio, y diversos artículos científicos el de la revista Psychology Today, donde se nos indica lo siguiente:
La actitud de una persona, ya sea positiva o negativa, siempre nos acaba afectando de algún modo.
El mal humor crónico procedente de un familiar cercano o de un amigo siempre nos resulta incómodo y acaba generando en nosotros emociones negativas e incluso el desánimo.
Lo que sucede es que llegamos a desarrollar una serie de mecanismos casi inconscientes que acaban contagiándonos ese mal humor.
En primer lugar, llevamos a cabo una imitación de gestos. Si la otra persona frunce el ceño y muestra malestar en la cara, nosotros haremos lo mismo porque estamos empatizando.
Algo que no debemos olvidar es que toda expresión facial genera una emoción. Solo tenemos que dibujar una sonrisa en nuestro para sentir sensaciones positivas. Así pues, si bajamos el rostro, si fruncimos el ceño, si apagamos nuestra sonrisa natural, al poco, llegarán las sensaciones negativas.
Resulta curioso incluso cómo en un espacio reducido pero con varios individuos, como puede ser una oficina, basta a veces que una persona esté de mal humor, para que el resto se acaben sintiendo de igual modo.
Cómo protegernos del virus del mal humor
Una estrategia esencial para defendernos del mal humor ajeno es utilizar lo que se llama el “impermeable emocional”. ¿En qué consiste?
Toma nota, seguro que te sirve de ayuda:
Cuando una persona empiece a hablarte de aspectos negativos, cuando utilice críticas y genere un tipo de lenguaje cargado de desánimo, intenta introducir recursos positivos:
“Bueno, pero hay días mejores”, “Bien, pero hoy hace un buen día y hay que aprovechar”, “De acuerdo, pero tú vales mucho y vas a poder con todo”, “Lo entiendo, pero días grises tenemos todos, y hay que ser felices”.
Las personas muy negativas podrán tomarse estas frases como una afrenta o como si no los entendieran. En realidad, tú intentas mostrarles cercanía pero lo que debes hacer es protegerte a ti mismo para que nada de eso te afecte.
Deberás hacer un esfuerzo consciente para desviar ese hilo de negatividad extrema. Ten en cuenta tus expresiones faciales, no imites a quien tienes delante. Adquiere una expresión impasible donde tu sonrisa esté tranquila.
Basta con asentir con la cabeza para que la otra persona sepa que lo estás escuchando.
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