Elegir un tema de interés, concentrarse y meditar en la palabra de Dios,tener fe cristiana.
La meditación suele asociarse con las religiones orientales o las prácticas de la nueva era, pero esta también tiene un rol importante para la fe cristiana. Una de las maneras más efectivas de meditar como cristiano es hacerlo en la Palabra de Dios.
A diferencia de otros tipos de meditación que requieren que “vacíes tu mente”, esta implica concentrarse y pensar en la verdad de Dios.
Parte 1 de 3:
Elegir un tema
1.Define la “meditación” en un contexto cristiano. En un contexto secular, la meditación se asocia con vaciar la mente y relajar el cuerpo. Por otro lado, la meditación en la Palabra de Dios, o cualquier otra forma de meditación cristiana, requiere que te concentres y pienses profundamente en Su verdad.[1]
Considera lo que Dios le dijo a Josué en Josué 1:8 (NVI): “Recita siempre el libro de la ley y medita en él de día y de noche; cumple con cuidado todo lo que está escrito en él. Así prosperarás y tendrás éxito”.
Si bien este versículo solo hace referencia lo que los cristianos conocen como los primeros cinco libros de la Biblia, puedes aplicarlo también a la meditación en toda la Palabra. Debes meditar en la Palabra de Dios frecuentemente con el propósito general de enriquecer tu comprensión de ella y aplicar lo aprendido a tu vida.
2.Medita en un versículo o en un párrafo. Quizá esta sea una de las formas más comunes de meditar en la Biblia. Elige un versículo o un párrafo de la Palabra para poder meditar. Tendrás que analizar y explorar el significado durante un periodo largo.
No hay una opción “incorrecta”, pero si no estás seguro de por dónde empezar, quizá puedas hacerlo con algún versículo del Nuevo Testamento, sobre todo de alguno de los cuatro evangelios (Mateo, Marcos, Lucas y Juan). En el Antiguo Testamento, puedes encontrar versículos excelentes para meditar en el libro de Salmos y Proverbios.
3.Concentra tu meditación en un tema específico. Otra opción que puedes probar es elegir un tema que se trate en detalle a lo largo de la Biblia. En este caso, en lugar de meditar con un solo pasaje, tendrás que identificar varios que traten del tema escogido y pensar cómo los pasajes auxiliares lo definen o profundizan en él.[3]
Por ejemplo, podrías concentrarte en el tema del perdón. Utiliza una biblia temática o un índice para encontrar distintos versículos que hablen sobre el perdón y lee tantos como puedas. Observa el contexto en que se desarrollan y compáralos entre sí.
4.Concéntrate en el significado de una palabra. Esta opción está relacionada a meditar en un tema en particular, pero en lugar de tomar un tema amplio, tendrás que depender del contexto de uno o más pasajes para poder enriquecer tu comprensión del significado de una palabra determinada.[4]
Por ejemplo, puedes elegir la palabra “Señor”. Busca versículos con la palabra “Señor”, así como otros que tengan la versión en minúscula (“señor”). Considera el significado contextual del término en ambas formas. Quizá también puedas complementar tu comprensión con recursos externos, como un diccionario, para comparar el uso religioso de la palabra con el uso secular.
5.Estudia un libro de la Biblia. Con esta técnica tendrás que dedicar más tiempo a la lectura de un libro completo en lugar de concentrarte en un solo pasaje corto. Analiza y explora la importancia del libro como un todo y de sus partes individuales poco a poco.
Si esta idea te intimida, considera empezar con un libro relativamente corto, como el libro de Ester. Tal vez puedas complementar tu comprensión con una guía de estudio de la Biblia, pero esto no es necesario.
Parte 2 de 3:
Concentrarse en Dios.
1.Encuentra un lugar tranquilo. Al igual que la meditación secular, la meditación en la Palabra de Dios requiere que te aísles del ruido y de las distracciones mundanas lo suficiente como para poder concentrarte en lo que vas a hacer.
Hoy en día, la capacidad de realizar varias tareas a la vez puede ser una habilidad valiosa, pero no podrás dedicarle el 100 % de tu atención a una si intentas hacer otra al mismo tiempo. Minimizar las distracciones mientras meditas en la Palabra de Dios te ayudará a mejorar tu habilidad para concentrarte en una sola tarea.
Intenta separar de 15 a 30 minutos para meditar. Diles a tus familiares o compañeros de departamento que necesitas un tiempo personal para concentrarte y aíslate en una habitación tranquila y vacía. Ponte cómodo pero no tanto que tengas problemas para permanecer despierto.
2.Calma tu corazón. El silencio externo no es la única forma de tranquilidad que necesitas para tu tiempo de meditación. Debes dejar de lado tus dudas, miedos y otros pensamientos distractores para hallar paz interior.
No te sientas culpable si al inicio piensas en tus problemas del día, pero tampoco permitas que tu mente permanezca ahí. Tan pronto como notes que tus pensamientos empiezan a desviarse hacia tu ansiedad u otras preocupaciones, toma un momento para descansar y regresar tu atención hacia Dios de manera consciente. También puedes orar en ese momento para recuperar tu concentración.
3.Lee la Biblia. Abre tu Biblia y lee los versículos en que planeas basar tu meditación. Utiliza tanto tiempo como sea necesario para comprender las palabras en un nivel básico y marca la página para volver a revisarla más tarde. Tendrás que leerla continuamente durante tu tiempo de meditación.
Luego de leer el pasaje, vuelve a revisarlo. En esta segunda oportunidad, lee en voz alta y enfatiza distintas partes con tu tono de voz. Disponte a oír nuevas enseñanzas conforme leas. Repite este ejercicio tanto como necesites o desees hacerlo mientras meditas.
De ser necesario, puedes mejorar tu comprensión de la Palabra con otras herramientas. Investiga acerca del contexto cultural. Lee otros versículos de tono o tema similar. Busca palabras desconocidas en un diccionario o un tesauro.
4.Ora por lo que vas a leer. Pasa unos minutos en oración para que Dios te guíe en tu meditación. Pídele que abra tu corazón a la verdad y a la sabiduría que hay en Su Palabra.
Si bien la Biblia no parece más que palabras en un papel, siempre ten presente que este texto viene directamente de Dios. Pedirle al Espíritu Santo que enriquezca tu entendimiento al meditar es, en esencia, como pedirle a un autor que te ayude a comprender su propia obra.
Parte 3 de 3:
Meditar en la Palabra.
1.Toma notas. Vuelve a leer el pasaje de tu elección, pero esta vez toma notas del contenido. Quizá quieras resaltar o subrayar el texto, o escribir notas al margen de la página, pero también deberás tener un cuaderno especial para tomar notas más detalladas.
Resaltar ideas puede atraer tu atención hacia los puntos clave cuando vuelvas a leer el pasaje, pero escribir notas sobre cada versículo hará que sea más fácil analizarlo. Resumir ideas y responderlas de esta manera te ayudará a pensar realmente en las palabras que leas.
2.Piensa en voz alta. Si bien el lugar debe ser silencioso y tu corazón debe estar calmado, no temas pensar en voz alta. Hablar sobre el pasaje puede ayudarte a procesar la información y descifrar sus misterios de manera más efectiva.[13]
Puedes pensar en voz alta como elevando una oración, pero también puedes pensar en voz alta para comprender ideas complejas.
Muchas veces la Biblia se describe como la “palabra viva” de Dios. El término “viva” significa que se trata de un texto activo, lo que indica que puedes (y debes) interactuar con él. No temas hacer preguntas, alabar las promesas de Dios o responder con honestidad las interrogantes que leas.
3.Memoriza el texto. Si bien esta sugerencia no es muy posible cuando meditas en un texto de varios versículos o libros completos, sí es buena idea memorizar el pasaje palabra por palabra cuando se trata de un párrafo corto o un solo versículo.[14]
Considera utilizar el método de memorización que consiste en repetir una palabra o frase corta del texto de 6 a 12 veces. Luego, añade nuevas palabras o frases y repite toda la frase. Continúa añadiendo partes hasta completar el pasaje.[15]
4.Parafrasea el pasaje que elegiste. Dedica un tiempo a escribir el significado del pasaje en tus propias palabras. Anota tantos detalles como puedas y extrae todos los significados que encuentres.
Parafrasea los pasajes que leas con tus propias palabras pero no olvides mantener el significado de la Palabra de Dios al hacerlo. La idea no es cambiar o modificar la verdad, sino comprenderla mejor con palabras que te sean más familiares.
5.Provoca una respuesta emocional. Analiza el pasaje en cual vas a meditar. Intenta detallar cuál es la voluntad de Dios que se expresa en el texto y trata de alinearte con ella de modo que puedas sentir lo que Él siente en cierta medida.
Si te permites sentir emociones junto con Dios, puedes hacer que el pasaje sea más “real” para ti, lo que enriquecerá tu experiencia. De esta manera, en lugar de que lo veas como un simple texto, la Palabra de Dios adquirirá un significado más profundo, tan profundo como siempre debió ser.
6.Busca activamente las bendiciones de la meditación. Al igual que la meditación secular, meditar en la Palabra de Dios puede darte una sensación renovada de calma, pero las bendiciones que son producto de la meditación pueden ser incluso más profundas. Busca la guía, el consuelo, el gozo, la confianza y la sabiduría que proviene de un mejor entendimiento de la verdad divina.[18]
Como dice el Salmo 1:1-3 (NVI): “Dichoso el hombre (…) que en la ley del Señor se deleita,y día y noche medita en ella”.
Meditar en la Palabra de Dios te dará una mejor comprensión de lo que Él espera de ti y quiere para ti, lo que te servirá como una guía. Leer Sus promesas y Sus grandes obras te dará consuelo en tiempos difíciles y te traerá un gozo incomparable. Mejorar tu comprensión de Su amor redentor de dará confianza. Por último, al mejorar tu comprensión de la Palabra de Dios a través de la meditación conseguirás la sabiduría que necesitas para enfrentar tiempos de oscuridad espiritual.[19]
7.Aplica lo aprendido a tu propia vida. Una vez que comprendas la profundidad y el significado del pasaje en el cual vas a meditar, es momento de ponerse en acción. Evalúa tu vida y determina cómo puedes aplicar lo que acabas de aprender de la Palabra de Dios en tu propia conducta y tus perspectivas. Luego, haz los cambios necesarios inmediatamente.[20]
Considera lo que dice en Santiago 2:17 (NVI): “Así también la fe por sí sola, si no tiene obras, está muerta”.
Las obras son una señal de fe y entendimiento. La meditación en la Palabra de Dios está diseñada para mejorar la fe y el entendimiento, por lo que ponerse en acción debe ser un resultado natural de la meditación efectiva.
Dicho esto, no asumas que una sesión de meditación de 30 minutos hará que vivir conforme a la Palabra de Dios por el resto de tu vida sea más sencillo. La meditación es una disciplina, por lo que tendrás que esforzarte de manera continua e intencional para poder cosechar sus frutos.[21]
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