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6 mascarillas frutales para tener un rostro suave.

Además de consumir varias piezas al día, también puedes aprovechar los beneficios de las frutas de manera externa y aplicarlas en forma de mascarilla natural para consentir tu piel.


Hay un buen motivo por el que las frutas deben estar en nuestra dieta: aportan nutrientes que necesitamos para estar saludables.

No obstante, esta vez te queremos sugerir algunas mascarillas frutales para tener un rostro suave que te encantarán.

Son geniales para obtener los beneficios de esas frutas 
que tal vez no te gustan demasiado.

Las mascarillas frutales contribuyen directamente a eliminación de células muertas de la superficie de la piel.

Y es que, cuando estas se acumulan en gran cantidad, pueden causar manchas, acné y puntos negros.


1. Pera y jugo de limón.


La primera de las mascarillas frutales es una excelente combinación para combatir el cutis graso.

La pera cuenta con propiedades astringentes que le brindan a tu piel una limpieza adecuada y esencial para disminuir la producción de las glándulas sebáceas.

Ingredientes
1 pera sin cáscara
El jugo de 1 limón 
Preparación
En una batidora coloca la pera cortada en trozos junto con el jugo de limón y tritura hasta obtener una pasta homogénea.
Aplica la mascarilla sobre tu rostro limpio y deja actuar por 15 minutos.
Retira con agua fría.
Esta mascarilla es genial para mantener bajo control a la piel seca o mixta.

Te recomendamos que la apliques durante la noche para evitar manchas por la piel causadas por el sol en contacto con el limón. También es importante que uses bloqueador solar.

2. Manzana y hamamelis
Los minerales, vitaminas y antioxidantes de la manzana son elementos perfectos para contribuir al cuidado de la piel.

Además de comer una manzana al día, puedes utilizarla en la segunda de nuestras mascarillas frutales.

Por su parte, el hamamelis estimula la circulación sanguínea, lo que hace que tu piel luzca más sana.

Ingredientes
El jugo de 1 manzana
2 cucharadas de hamamelis en polvo (20 g)
Preparación
En un recipiente mezcla el jugo de manzana con el polvo de hamamelis y revuelve bien.
Con ayuda de un algodón, aplica la mezcla sobre tu piel.
Deja actuar por 20 minutos antes de retirar con agua templada.
3. Papaya y mango.

Tanto la papaya como el mango son perfectas para combatir el acné por lo que está mascarilla es útil en pieles jóvenes que presentan los primeros brotes.

Ingredientes
1 cucharada de pulpa de papaya (10 g)
1 cucharada de pulpa de mango (10 g)
1 cucharada de miel (25 g)
Preparación
En un recipiente mezcla todos los ingredientes hasta lograr una masa homogénea.
Aplícala sobre tu rostro limpio y deja actuar durante 20 minutos.
Enjuaga con agua fresca.
Para obtener mejores resultados, repite una vez por semana.
4. Mascarilla de naranja y miel
La naranja cuenta con propiedades refrescantes, algo que la hace útil para tratamientos faciales en cualquier tipo de piel sin importar la edad.

Puedes utilizar esta mascarilla facial durante todo el año sin afectar tu bolsillo o tipo de piel.

Ingredientes
3 cucharadas de miel (75 g)
El jugo de 1 naranja
Preparación
Añade en una olla la miel y el jugo de naranja y calienta a fuego lento.
Cuando se haya derretido la primera y se haya mezclado con el jugo, retira del fuego.
Aplica esta mezcla en la piel de tu cuello y rostro limpios con cuidado de que no entre en los ojos.
Para acentuar el efecto, al momento de esparcir la mascarilla sobre tu rostro, da unos golpecitos suaves con la yema de los dedos.
Deja actuar durante 20 minutos y luego retira con algodón y agua tibia.
La cuarta de las mascarillas frutales es mucho menos agresiva que la de limón pero igual de efectiva si buscas los efectos astringentes de los cítricos.

De cualquier forma, recuerda siempre usar protector solar.

5. Plátano y miel.



 El plátano contribuye a que el cutis seco recupere su brillo natural al tiempo que combate la sequedad de la piel.

Ingredientes
1 plátano maduro
1 cucharada de miel (25 g)
1 cucharada de yogur (12 g)
Preparación
Licua los tres ingredientes hasta lograr una pasta homogénea.
Aplica esta mezcla sobre tu cutis. Deja que actúe durante 15 minutos y enjuaga con agua tibia o fría.
6. Avena y plátano
Con esta mascarilla conseguirás exfoliar tu piel y darle un extra de suavidad.

El plátano es una fruta rica en nutrientes que ayudan a conservar la humedad natural de la piel, previniendo problemas de sequedad.

Al combinarlo con la avena, se obtiene un exfoliante delicado capaz de eliminar impurezas y darle a tu rostro una apariencia renovada.

Ingredientes
½ plátano maduro
1 cucharada de avena (10 g)
Preparación
Tritura con un tenedor el plátano y añade la avena.
Mezcla bien hasta obtener una pasta espesa.
Lava tu piel y extiende la pasta sobre tu rostro y cuello con masajes circulares.
Deja actuar durante 10 minutos.
Enjuaga con agua tibia.
Para lograr mejores resultados repite el proceso 2 veces por semana
La última de nuestras mascarillas frutales es apta para todo tipo de pieles. Si tu piel es delicada y tienes problemas para encontrar productos que no la dañen, esta puede ser la opción que buscas.

Recomendaciones finales al aplicar mascarillas frutales
Recuerda lavar muy bien los ingredientes paras eliminar cualquier impureza que pueda afectar tu cutis.
Antes de realizar cualquier tratamiento facial es recomendable hacer una limpieza facial previa con vapor para abrir los poros y acentuar el efecto que proporcionan las mascarillas frutales.
Recuerda enjuagar estos tratamientos con abundante agua tibia o fría.
Aplica las mascarillas al menos una vez por semana para obtener todos los beneficios que aportan.
Puedes usar las frutas que tienes en casa, incluso si parecen demasiado maduras. De hecho, este es el mejor momento para utilizarlas, pues es cuando contienen mayor cantidad de nutrientes.

La infancia influye en el desarrollo de la personalidad.

La relación que los niños tengan de pequeños con sus padres será determinante en el
 desarrollo de la personalidad y su relación con los demás en un futuro.


La infancia es una etapa sumamente delicada en la que se produce el desarrollo de la personalidad de los niños.

Es tan importante que muchos de los problemas que sufren los adultos tienen su origen en esta fase de sus vidas.


Debemos tener en cuenta que todo lo que experimentemos en la infancia dejará su huella en nuestro cerebro. Una huella de la que no somos conscientes, pero que nos afectará de determinadas maneras.


El tipo de refuerzo y su importancia en el desarrollo de la personalidad.


En el momento de educar a los niños podemos optar por un refuerzo positivo o un refuerzo negativo. Lo mejor sería poder encontrar un término medio entre estos dos extremos.

El refuerzo positivo hace referencia a celebrar todas aquellas cosas que los niños hacen bien, ignorando lo que hacen mal.
Esto puede derivar en una autoestima demasiado alta, en la que los niños no sean capaces de responsabilizarse de sus errores.

El refuerzo negativo, en cambio, pone especial énfasis en todo aquello que los niños hacen mal.
Esto puede provocarles una baja autoestima, que se desvaloricen a ellos mismos y que crean que siempre son peores que los demás.

Descubre: ¿Refuerzo positivo o negativo para los niños?

Ambos extremos son negativos e influirán en el desarrollo de la personalidad de cualquier niño. Por eso, si en la vida adulta tenemos problemas de autoestima, una mirada hacia la infancia puede darnos los motivos de por qué nos ocurre esto.

El apego hacia nuestros progenitores nos marca.

En los primeros años de vida podemos desarrollar hasta 3 tipos de apego diferentes que marcarán la manera en la que nos relacionaremos con los demás en nuestra vida adulta.

El apego seguro.

El apego seguro es aquel en el que los niños ven cubiertas sus
 necesidades por parte de su madre.

Hay contacto físico, saben que, si necesitan a su madre, ella va a estar ahí. Por lo tanto, estos niños desarrollan un vínculo sano.

El apego ansioso
El apego ansioso o ambivalente es aquel que desarrollan los niños cuyas madres se muestran cariñosas y cercanas en algunas ocasiones, pero frías y distantes en otras.

La consecuencia es que los niños desarrollan una gran inseguridad.

El apego evitativo.


El apego evitativo se desarrolla debido a madres insensibles que suelen ignorar las necesidades de los niños.

Como consecuencia, estos aprenden a rechazarlas, a ser independientes y a no reclamarlas. En el futuro tendrán importantes problemas para establecer vínculos con las demás personas.

Como hemos podido ver, el apego seguro es el más sano. No obstante, el ansioso y el evitativo son más comunes de lo que pensamos.


Una persona que en su infancia ha desarrollado un apego ansioso, es muy probable que sufra dependencia emocional en sus relaciones de pareja, que tenga problemas para establecer vínculos saludables y ser asertiva.
Alguien que en su infancia ha desarrollado un apego evitativo siempre se mostrará emocionalmente distante y, en el momento en el que alguien se acerque de esta manera, huirá.
Son personas a las que les cuesta establecer vínculos sólidos con los demás.

El desarrollo de la personalidad en la infancia
Como hemos podido ver, el desarrollo de la personalidad en la infancia es muy sensible al tipo de refuerzo y apego que se genera gracias a la relación que mantienen los padres, en especial las madres, con sus hijos.

Así las cosas, será muy beneficioso saber brindarles la atención necesaria a los más pequeños, no permitir que los problemas con la pareja les afecten y asegurarnos de que podemos ofrecerles un apego seguro.

Lamentablemente, los progenitores no suelen tener en cuenta esto y debido a las responsabilidades, el trabajo y los niños que les desbordan, al final todo esto queda relegado a un segundo plano.


No obstante, no podemos olvidar que en la infancia se produce el desarrollo de la personalidad y que está en manos de los padres hacer todo lo posible para evitar que en el futuro los niños tengan determinados problemas.

La dependencia emocional, la imposibilidad para establecer vínculos afectivos con otras persona, el miedo, las inseguridades en las relaciones… Todo esto no surge de la nada, sino que tiene su motivo y este se encuentra en la infancia.

Las carencias afectivas afectan al desarrollo de los niños.

Las carencias afectivas pueden hacer que nuestros hijos, el día de mañana, sean
 personas inseguras e inestables, por lo que no debemos descuidarlos 
durante su infancia, ni más adelante.


Las carencias afectivas provocan muchos problemas en los niños, aunque muchas de estas no se manifiestan hasta la edad adulta. Es entonces cuando nos empezamos a encontrar con dificultades que no logramos solucionar.


Dentro de estos problemas se encuentran los que comprenden las relaciones interpersonales que nos llevan por el camino de la amargura al no saber cómo solventarlos. Todo viene de atrás, de nuestra infancia.

Carencias afectivas que duelen
Dentro de las carencias afectivas se encuentran las situaciones familiares inestables y traumáticas, el maltrato, la falta de cuidados, etc.

Como podemos comprobar, en todo esto hay un descuido hacia el niño que sufre y vive todo esto de una manera muy profunda.


¿Por qué lo permitimos? ¿Los padres no se dan cuenta de que todo esto les afectará en un futuro?


 Lo cierto es que los progenitores creen que los más pequeños no son conscientes de lo que en realidad ocurre y se encuentran “tranquilos”.

No obstante, la realidad es completamente diferente. Los niños se encuentran muy receptivos y despiertos ante los múltiples estímulos negativos ante los que están expuestos.

Todo esto condicionará su día de mañana.

Es aquí cuando surgen, pasados los años, los problemas de dependencia emocional, de miedo a la soledad, de diversas dificultades para mantener relaciones sanas con el resto de personas.

Aquello que un día los mayores pensaron que no les afectaría lo ha hecho y a lo grande.

Síntomas de carencias afectivas
Aunque es cierto que las dificultades se agudizan cuando somos adultos, muchas se pueden detectar en la propia infancia si somos lo suficientemente observadores.

Eso sí, tenemos que estar alerta y prestar atención, porque algunas son intermitentes.


Si las carencias afectivas se tratan en la propia infancia, el resultado será muy positivo. Sin embargo, si no las identificamos y no hacemos nada, cuando los niños sean adultos se encontrarán con multitud de barreras.

Entre los síntomas de carencias afectivas en niños podemos encontrar:

Problemas con el control de los impulsos.
Cambios bruscos en la conducta.
Desconfianza generalizada hacia los demás.
Respuestas agresivas.
Desarrollo deficiente del lenguaje y habilidades sociales.
Déficit de atención.
Trastornos de ansiedad.
Dificultades para expresar sentimientos
 y problemas para modularlos.

Muchos de estos síntomas pueden trasladarse a la edad adulta, y en varios casos de una forma más dolorosa y preocupante, ya que nos encontramos en un estado avanzado del problema que no resultará fácil solucionar.

El deterioro del desarrollo de los niños
Como hemos podido comprobar, no solamente afecta a sus emociones y la capacidad de transmitir sus sentimientos, sino que los niños ven afectado su desarrollo. Esto les causa serios contratiempos en su aprendizaje desde muy pequeños.

El estrés y la ansiedad, tan extraños en estas primeras etapas de la vida, son uno de los síntomas más llamativos y que no debemos pasar de largo.

No son características habituales en una de la edades de mayor disfrute y relajación con respecto a las preocupaciones que sí tienen los adultos.

Pero… ¿todo esto surge en circunstancias extremas? La verdad es que no es necesario encontrarnos con situaciones de maltrato, abandono o divorcios para que los niños desarrollen este tipo de carencias afectivas.

Una educación de poca calidad también provocará el deterioro de su desarrollo y posibles dificultades futuras que les afectarán de forma importante. Un ejemplo de esta educación deficiente es la cantidad de horas que un niño puede pasar frente al televisor.

El trabajo de los padres y las pocas ganas que tienen de aguantar sus rabietas provocan que utilicen ciertos comodines nada beneficiosos para sus hijos. Ordenadores, móviles, juegos…

Los niños no disfrutan, no salen, no interactúan con los demás. Tan solo existe una pantalla que les atonta y ellos.


Todo niño necesita unas normas y unos cuidados que les preparen para ser buenas personas el día de mañana, responsables y con valores. Si descuidamos lo que necesitan por pereza, las carencias afectivas harán acto de presencia.

Los progenitores tienen una gran responsabilidad cuando traen un niño al mundo. Nadie debería darse el lujo de tirar toda esta responsabilidad por la ventana y después quejarse de la actitud de sus hijos.

La educación, preocuparnos por lo que les pasa y cómo viven las situaciones será necesario para evitar que las carencias afectivas, un día, dificulten su vida.




6 pasos para sanar las heridas emocionales de la infancia.

Buscar culpables solo nos hará perder energía. Es fundamental que nos demos permiso para enfadarnos y aprendamos a perdonarnos. Al sanar nuestras heridas podremos ir por el mundo sin ocultarnos.


Las experiencias dolorosas que desarrollamos a lo largo de nuestra vida conforman nuestras heridas emocionales. Generalmente, nos cuesta afrontar problemas emocionales como separaciones, traiciones, humillaciones, abandonos o injusticias.

Lo cierto es que es probable que muchos de nosotros aún no hayamos cerrado esas heridas, que sigan doliéndonos y que intentemos enmascararlas con el maquillaje de la vida.

Sin embargo, no nos percatamos de que solo estamos parcheándolas y que cuanto más esperemos, más se agravarán. Esto es mucho más complicado cuando, a pesar de que sabemos que algo no está bien en nuestro interior, todavía no nos hemos dado cuenta de que estamos heridos.


Así, hay un tanto por ciento de ignorancia que, unido al miedo a revivir nuestro dolor, no nos permite ser nosotros mismos, obligándonos a interpretar un papel que tenemos poco o nada estudiado y que no nos corresponde.
Seguro que, si estás leyendo esto, te sobran las ganas de conocerte y de mejorarte cada día. Por eso, con este artículo te queremos acercar una pequeña ayuda para que conozcas cuál es el proceso que debes seguir si quieres poner en marcha la maquinaria de afrontamiento que te permita curar tus heridas.

Así es que, a continuación, os mostramos 5 etapas que necesitamos experimentar para sanar nuestras heridas emocionales:

1. Acepta la herida como parte de ti
No te tapes los ojos, la herida existe. Puedes reconocerlo o no, pero te aseguro que hacerlo es lo único que te ayudará a seguir adelante. Según Lisa Bourbeaur, aceptar una herida significa mirarla, observarla detenidamente y saber que tener situaciones que resolver forma parte de la experiencia del ser humano.

Puede que pienses que vendarle los ojos al sufrimiento es lo mejor que puedes hacer, pero lo cierto es que eso te hace negarte que no estás bien, lo que implica que la herida se complique con el paso del tiempo.

Debes aceptar y comprender que no somos mejores o peores porque algo nos haga daño. Haberte construido tu coraza es un acto heroico, un acto de amor propio que tiene mucho mérito pero que ya ha cumplido su función. Ya te protegió del ambiente que te originó la herida, por lo que es la hora de dejar ir y avanzar.

Aceptar nuestras heridas resulta muy beneficioso en cuanto asumimos el aprendizaje que necesitábamos. Si no lo haces, generarás numerosos problemas a largo plazo, tales como depresión, ansiedad e inseguridades varias.

2. Aceptar que te haces daño sucumbiendo al temor o al reproche
Si focalizamos nuestra atención en el dolor y en la búsqueda de un culpable o un responsable estaremos perdiendo energía, la cual es muy necesaria para sanar nuestra herida. Intenta perdonarte y perdonar a los demás, pues es la única manera de que consigas pasar página y abrir tu corazón.

Debes entender que la voluntad y la decisión de sobreponernos a nuestras heridas es el primer paso hacia la autocomprensión y el autocuidado. No solo desarrollarás estas cualidades por y para ti, sino también hacia los demás, lo que redundará en un mayor bienestar emocional.


 No puedes pretender que los demás cumplan tus expectativas y te saquen del pozo cada vez que te hundes. No es justo cargar a alguien con esa responsabilidad, que solo nos corresponde a nosotros mismo.

De hecho, son este tipo de comportamientos los que llevan a anular gran parte de nuestras relaciones y de nuestra vida, lo que genera a su vez gran malestar emocional.

3. Date permiso para enfadarte con las personas que alimentaron tu herida
Cuanto más nos dañen y más profundas sean nuestras heridas, más normal y humano resultará culpar y sentir enfado hacia quien nos perjudicó. Date permiso para enfadarte con ellos y perdónate.

Si te fuerzas a no hacerlo, acabarás reprimiendo ese dolor y lo convertirás en odio y en resentimiento, dos sentimientos extremadamente perjudiciales para nuestra salud.

Vivir imponiéndonos trampas emocionales es castigarnos y abocarnos a una vida llena de dolor y de insatisfacción. Además, de nuevo, esto ocasionará que enmascares tu verdadero Yo interno y que no seas capaz de abrir tu corazón.

4. Tras la aceptación y el perdón viene la transformación
Absolutamente todas nuestras experiencias nos enseñan algo. Es probable que te cueste aceptarlo, pues nuestro ego es especialista en crear esa barrera de protección que oculta nuestros problemas.

Lo cierto es que nuestro ego suele complicarnos la vida; sin embargo, son nuestros pensamientos y nuestros comportamientos los que nos la simplifican. Todo cambio requiere de un gran esfuerzo, pero es necesario mirar de frente y afrontar que no estamos siendo nosotros mismos y que algo debe cambiar.


5. Observa el mundo con y sin herida
Date tiempo para observar cómo te has apegado a tu herida en todos estos años. Estaba ahí y, aun sin saber cómo, dirigía cada uno de tus movimientos. Deshazte de tus máscaras, no te juzgues, no te critiques y pon todo de ti a la hora de intentar sanar tu herida en profundidad.

Es posible cambiar de máscara en un mismo día o llevar la misma durante meses o años. Lo ideal es que seas capaz de decirte a ti mismo “Vale, me he colocado esta máscara y la razón ha sido esta. Es hora de quitármela”. Entonces sabrás que estás en el camino correcto y que, en el resto del viaje, tu guía será la inercia que te permita sentirte bien sin ocultarte.

6. Apóyate en tu círculo social
Es probable que pienses que tú puedes con todo y que ya has salido de peores pozos. Sin embargo, no hay motivos por los que debas renunciar al consuelo de un corazón que te escuche pacientemente.

Es evidente que el apoyo que los demás nos brindan puede ser crucial a la hora de superar múltiples obstáculos. No renuncies a los abrazos y al mundo Ellos también forman parte de ti, y juntos podéis reconstruir un nuevo hogar en el que vivir sin sufrimiento.



¿Refuerzo positivo o negativo para los niños?

Al igual que ocurre con otros aspectos, los extremos no son buenos, por lo que deberíamos buscar reforzar al niño positivamente, para reforzar su autoestima, pero si caer en excesos.


Cuando educamos a nuestros hijos pocas veces nos detenemos a pensar en la manera en la que lo estamos haciendo. ¿Estamos optando por un refuerzo positivo o negativo?

Postularnos por una u otra opción será muy importante, ya que cada una de ellas tiene sus partes buenas pero también malas.

Tener esto en cuenta al escoger entre un tipo de refuerzo será imprescindible para poder conseguir un equilibrio muy necesario.


Hoy veremos a qué nos referimos con refuerzo positivo o negativo, cómo influye esta elección en nuestros hijos y qué podemos hacer para cambiar determinadas actitudes nuestras que pueden estar perjudicándoles.


El refuerzo positivo o la técnica del ¡muy bien!


El refuerzo positivo, como bien su nombre indica, hace hincapié en todos aquellos aspectos, actitudes y resultados que tienen una consecuencia positiva.

Por ejemplo, si nuestro hijo aprueba un examen, si por él mismo ha decidido ayudarnos a limpiar o si ha sido generoso con un niño que ha conocido en el parque, como padres que optamos por este refuerzo, le decimos lo bien que está eso.

A algunos progenitores que no se encuentran muy familiarizados con esto debido a que en su infancia no lo recibieron les resulta raro darle importancia a algo positivo que ya el niño sabe que lo es.

No obstante, en esto estamos muy equivocados.

Un niño puede saber que lo que hace está bien, pero si no se lo decimos, se olvidará de ello, ya que incidiremos en otras cosas. Por eso, es importante que, si como padres no estamos habituados a esto, utilicemos la técnica del ¡muy bien!

Nuestro hijo ha hecho un examen y lo ha aprobado, digámosle “¡muy bien!”. Nuestro hijo ha hecho un resumen por primera vez y lo ha hecho bien, pues ¡muy bien!



La idea es que los niños sepan que van por el camino correcto. Pero, además, con esta técnica estamos incentivándolos a mejorar, a hacerlo cada vez mejor, mientras impulsamos su autoestima.

¿En qué errores podemos caer cuando utilizamos el refuerzo positivo? En hacer tanto énfasis en lo bueno que el niño crea que no hace nada mal y que, incluso, se sienta superior a los demás.

También, puede provocar que sea incapaz de tolerar la frustración por un trabajo mal hecho o una mala nota, debido a que está acostumbrado a que todo le salga bien.

Esto puede surgir cuando se prometen regalos si se saca determinada nota, por ejemplo.

Para esto, hay que lograr un equilibrio. El refuerzo positivo tiene que estar orientado al aprendizaje de los errores, a la superación de los obstáculos y a mantener una autoestima que esté en sus niveles adecuados (ni muy alta ni muy baja).

El refuerzo negativo o ¡lo haces todo mal!.


Quizás todos nosotros estemos más familiarizados con el refuerzo negativo. Tal vez porque es el más fácil de llevar a cabo, ya que protestar y quejarnos se nos da extremadamente bien.

El refuerzo negativo, al contrario que el positivo, se encarga de señalar todo lo malo que hace el niño.

Es más, incluso si hace algo bien este tipo de refuerzo puede hacer que los padres busquen la negatividad donde no la hay.

Por ejemplo, un niño puede llegar a casa con un examen en el que ha sacado un 5 de nota. Si optásemos por el refuerzo positivo le diríamos “¡genial! Lo has hecho muy bien, pero puedes hacerlo aún mejor”.

En cambio con el refuerzo negativo afirmaríamos “esa es una pésima nota, deberías haber sacado un 9”.

La diferencia es abismal. Por una parte, intentamos que el niño tenga confianza en sí mismo para dar más de sí la próxima vez. En el otro caso, estamos minando su autoestima y haciéndole creer que es un inútil.
En el refuerzo negativo, además, suele utilizarse algo que todo deberíamos dejar de hacer y que es la manía de comparar a unos niños con otros.
“Deberías ser como Ramón”, “mira qué bien lo ha hecho Ana”, “así es como tendrías que haberlo hecho”…

Todo esto atenta contra la autoestima de los más pequeños aunque algunas personas puedan creer que lo que se está haciendo es impulsar a los niños a que sean mejores, a que den más de sí y a que superen sus limitaciones.

Tanto si optamos por el refuerzo positivo o negativo lo ideal sería darnos cuenta de los pros y los contras que supone elegir entre ellos y conseguir cierto equilibrio.


Eso sí, lo que nunca deberíamos hacer es fomentar a que los niños tengan una baja autoestima y crean que todo lo hacen mal. Esto es muy negativo y les causará muchos problemas en el futuro.

¿Qué tipo de refuerzo recibiste tú en tu infancia? ¿Tus padres optaron por el positivo o negativo? Esto influirá en el tipo de refuerzo que le brindes a tus hijos.



Los 4 valores más importantes que transmitir a tus hijos.

Es muy importante que los niños aprendan que todo en esta vida requiere un esfuerzo y que una forma de ser más felices es aprender a apreciar las cosas sencillas.


Educar es una de las tareas más importantes del ser humano. Si eres padre, madre, abuela o un profesor, es imprescindible que te preguntes a ti mismo qué es lo que deberías inculcar en los más pequeños. Desde nuestro espacio te sugerimos que tengas en cuenta estos cuatro valores.

1. La empatía.


¿Qué puede haber más importante que el saber ponerse en lugar de los demás? Es de ese modo como mejor pueden adquirir un conocimiento de sí mismo y de los demás, con tal de vivir en respeto, felicidad y armonía. Entender lo que les puede hacer daño a los demás, o qué es lo que no deben hacer para evitar provocar daños a quienes están a su alrededor, es un valor sin duda excepcional.

La empatía les permitirá tener verdaderos amigos, respetar a sus parejas el día de mañana y ser felices con ellas o ellos. Saber que los demás también sienten miedo, felicidad, angustia, temor o vergüenza es un modo de mejorar nuestra convivencia. Saber que los demás también se sienten heridos como ellos mismos les permitirá ser más respetuosos. Es un valor que merece la pena inculcarles.

2. La humildad.


Es muy importante que los niños aprendan que no son superiores a nada ni nadie. Que no es bueno vanagloriarse ante los demás, de lo que se tiene o de como uno es. La humildad es una forma de ser más felices, porque nos acostumbramos a apreciar las cosas más sencillas y elementales, esas que, en esencia, son más importantes en la vida.

Vivir con una actitud humilde le permitirá conocerse mejor, tener una visión más real de las cosas y de quienes le rodean. Para ello, evita siempre agasajarles con muchos regalos, no satisfagas todos sus deseos, enséñales que todo en esta vida requiere un esfuerzo, y que las cosas más pequeñas e incluso las inmateriales son las más importantes. Ser humildes es un valor indispensable que no siempre se practica a la hora de educar a los más pequeños. ¿Lo intentamos?

3. El compromiso.


El compromiso es un valor que los niños deben ir desarrollando con el tiempo pero que propiciaremos ya desde bien pequeños. Con ello, aprenderán a ser día a día más maduros y responsables. Comprometerse con las cosas les ayuda a ser mejores a medida que crecen y maduran, comprometerse con sus estudios, con su familia, con sus amigos… todo ello crea lazos y marca perspectivas en ellos. Les enseña que hay cosas importantes por las cuales luchar y esforzarse, por las cuales ser responsables y mejorar. Debemos hacer ver a nuestros hijos, por ejemplo, que la palabra tiene un valor, que el esfuerzo es imprescindible al igual que la ilusión.

4. El valor de la autoestima.


La autoestima es un gran valor, un valor imprescindible que debes potenciar en tus niños desde el primer día. Dales apoyo, elogios, refuerza aquello que hagan bien y dales pautas para que corrijan aquello que hagan mal. Anímales demostrándoles lo excepcionales que son y cómo los quieres, empuja para que se atrevan a hacer cosas con confianza sabiendo que equivocarse no es malo, y que con esfuerzo, pueden conseguir cualquier cosa. Una persona con una alta autoestima es una persona fuerte a la que no pueden hacer daño, una persona que mantiene la ilusión en sí misma y que alimenta la idea de ser feliz cada día. Porque lo merece y porque tú se lo has enseñado.

Recuerda que para que estos valores se cumplan, somos nosotros quienes debemos darles ejemplo. Siendo coherentes, siendo firmes y manteniendo siempre la máxima ilusión y el más grande de los cariños hacia ellos.




7 comportamientos tóxicos de los que no son conscientes los padres.

Cuando nacen, los niños no vienen con un manual bajo el brazo que nos enseñe a ser los mejores padres. De hecho, muchas veces caemos en ciertos comportamientos tóxicos que repercuten negativamente en su desarrollo.


Los padres siempre intentan educar a sus hijos lo mejor que saben y pueden.

No obstante, a veces no son conscientes de que tienen ciertos comportamientos tóxicos con ellos que pueden hacerles mucho más daño que bien. Esto es algo en lo que nos centraremos hoy, con el fin de abrir los ojos ante una realidad que, muchas veces, no logramos ver.


Te recomendamos: 5 errores que cometemos en la educación de nuestros hijos

Comportamientos tóxicos de los padres.


Aunque no lo creamos, las buenas intenciones por sí solas no bastan. Es necesario que hagamos autocrítica y que sepamos identificar todos esos comportamientos tóxicos que pueden afectar a los hijos.

Más que nada, porque pueden afectar a su autoestima y provocarles graves problemas en el futuro.

Pero… ¿Son los padres culpables de estos comportamientos tóxicos? No. A veces simplemente están “copiando” todo aquello que le vieron hacer a sus padres, porque no existe ninguna asignatura que nos enseñe a ser padres.

Es algo que aprendemos con la experiencia.

Abordaremos, entonces, 7 comportamientos tóxicos con los que, tal vez, te sientas identificado. Es importante que no te cierres en banda y niegues que los cumples casi todos. Piensa que lo importante es tu hijo. ¡Vamos allá!

1. Eres hipercrítico
En muchas ocasiones no somos capaces de identificar lo críticos que llegamos a ser con los hijos. Es bueno señalar los errores, porque esto ayuda al cambio y a que el niño se dé cuenta de dónde falla.

Sin embargo, también debemos tener en cuenta que las críticas continuadas no hacen ningún bien. Ser excesivamente crítico puede provocar inseguridades en nuestros hijos y hará que ellos mismos desconfíen de sus propias capacidades y habilidades.

2. Castigas las emociones negativas
Solemos distinguir entre emociones positivas y negativas, cuando muchas emociones negativas son realmente positivas. El miedo, por ejemplo, puede salvarnos la vida en más de una ocasión.


Es por esto por lo que debemos permitir a nuestros hijos que expresen sus emociones, que lloren, que muestren su tristeza, que si tienen miedo lo manifiesten… La represión nunca será buena porque, tarde o temprano, toda esa represión saldrá por algún lado.

3. Decidir por ellos
Los niños son niños, pero eso no significa que no puedan tener ni voz ni voto. Es cierto que hay determinadas decisiones en las que los padres tienen que intervenir, pero en otras ¡no es necesario!

Permítele a tus hijos tomar las decisiones que puedan tomar, así fomentarás su seguridad y no provocarás todo lo contrario.

4. Inculcarles miedo
Los niños deben vivir en un ambiente de seguridad y confianza, no en uno donde el miedo esté continuamente acechándoles. Los niños necesitan cometer errores, explorar y empezar a experimentar la vida.

Si tienen miedo, se convertirán en personas inseguras y temerosas hasta de sí mismas. Es importante que no les inculquemos este sentimiento, porque vivir con miedo no es vivir.

5. Ellos no tienen la culpa.


A veces, los padres descargan sus frustraciones con los hijos haciéndoles sentir culpables de cosas de las que no son responsables.

Esto puede ocasionarles un gran problema el día de mañana, en el cual el sentimiento de culpa lo llevarán ya interiorizado. Nadie debería hacer sentir culpables a los demás, y menos los padres a sus hijos.

6. El amor no tiene condiciones
Este es un grave error en el que los padres caen sin darse cuenta. El amor de los padres por los hijos no debe tener condiciones, no debe depender de los logros o de los comportamientos que tengan los niños.

Esto solo originará que sientan que no merecen ser amados y es algo que cargarán siempre a sus espaldas.

7. No poner límites
A veces sucede cuando tenemos varios hijos o, simplemente, no tenemos intención de ponerles tantos límites. Esto es un error. Los niños necesitan límites que les permitan estar a salvo del mundo que están descubriendo.

Los límites son positivos, pues sin ellos pueden empezar a desarrollar un comportamiento negativo y desafiante.


Si te has sentido identificado como padre con algunos de estos comportamientos tóxicos, o si has visto a tus padres identificados en ellos, es importante que modifiques estos comportamientos y no los vuelvas a repetir.


Estamos formando a personas que tendrán que vivir en este mundo y relacionarse. Todos estos comportamientos no les facilitarán la vida, sino que se la harán aún más difícil.

¿Empezamos, desde hoy mismo, a eliminar todos
 estos comportamientos tóxicos?